domingo, 22 de enero de 2017


                           El Vestido Azul

En un pueblo pobre, cercano a una gran ciudad brasileña, vivía una niña de 6 años muy bonita, pero que iba a la escuela despeinada y con  la ropa descuidada. Su madre evidentemente no se esmeraba en su arreglo y su maestra de 1er grado, día a día veía apenada el aspecto de la chiquita, - ¿cómo una nena tan linda y agradable puede venir a la escuela tan desarreglada? Pensaba…
Al mes siguiente cuando cobró el sueldo, aunque ella también tenía sus propias necesidades fue a comprarle a su pequeña alumna un vestidito nuevo. Al día siguiente cuando llegó a la escuela, lo primero que hizo fue ponerle a la nena un bonito vestido azul.
Cuando la madre la vio llegar a casa con aquel precioso vestido azul, pensó que con aquella ropa nueva su hijita no podría andar con el cabello sucio y las uñas descuidadas. Y a partir de ese día, la bañó diariamente, peinándola con unas preciosas trenzas, de moños también azules.
Ese mismo fin de semana, el padre dijo: “mujer, me da vergüenza que nuestra niña sea tan bonita y esté tan bien arreglada viviendo en un lugar que se está cayendo a pedazos. Qué te parece si arreglamos la casa? ... yo en los ratos libres voy a pintar las paredes y a  arreglar el cerco, tú ocúpate del jardín”.
Al comienzo de la primavera siguiente, la casa ya se destacaba del resto por sus detalles  y floridas plantas que adornaban el jardín de césped verde y recortado. Los vecinos estaban avergonzados de que sus casa se vieran tan descuidadas y aunque el dinero no sobraba, decidieron mejorarlas con un poco de pintura y con mucha creatividad. Y así, poco a poco el barrio entero se fue transformando.
Un día asombrados por el cambio, un señor de otro pueblo que diariamente pasaba por allí con su auto camino al trabajo en la ciudad, le comentó la metamorfosis de ese pueblo a un amigo que trabajaba en el diario local. El hombre fue hasta allí, sacó fotos, habló con los vecinos y publicó una interesante nota sobre el increíble cambio del barrio.
Entonces la noticia llegó al intendente, que pensó que esos vecinos merecían alguna ayuda de su municipio y firmó una autorización para la formación de una comisión que estudiase las obras públicas que eran necesarias en ese lugar. Al poco tiempo las cuadrillas municipales pusieron más alumbrado público e instalaron el gas. Y luego de unos pocos meses las calles de barro fueron asfaltadas. Al ocurrir esto, una línea de micros decidió incluir al pueblo en su nuevo recorrido.
Y pensar que todo esto empezó por un vestido azul…
No fue intención de la maestra cambiar el vecindario, ni asfaltar las calles, ni poner gas. Ella sólo hizo lo que pudo hacer de su parte. Fue el primer movimiento que acabó haciendo que otras personas se motivasen y se movieran para mejorar.
¿Cada uno de nosotros está seguro de estar haciendo “su parte”  en lugar donde vive o trabaja?
Es muy difícil  reconstruir todo un pueblo, pero no  imposible regalar un vestido azul…


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